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Trampas

Encajado entre una etapa decisiva por necesidad como la contrarreloj de Borgoña y otra incierta por naturaleza como el ‘sterrato’ de Troyes, sería muy fácil que pasara desapercibido este octavo parcial ni corto ni largo (183,4 kilómetros), ni montañoso ni plano (cinco puertos puntuables, todos de poca entidad), y para más inri entre dos pequeños pueblos (4.200 habitantes para Semur-en-Auxois; 700 para Colombey-les-Deux-Églises). Todos los elementos parecen reunidos para que esta jornada de sábado pase de puntillas por el Tour de Francia. Y eso, justamente, la convierte en una trampa merced a la cual el más distendido, confiado o simplemente distraído de los ciclistas puede ver su campaña veraniega frustrada.

Pese a oscilar entre los 240 y los 520 metros de altitud respecto al nivel del mar, la jornada es un tobogán constante hasta acumular 2.400 metros de desnivel positivo que garantizan que las piernas de los velocistas llegarán, como mínimo, limadas al tercio final en el que se podría convocar un sprint masivo. Para que este escenario suceda, el pelotón debería plegarse perezoso ante una meteorología que invita, bien al contrario, a jugar a ser ciclistas con precipitaciones intermitentes y fuerte viento de costado durante la mayor parte de la jornada. Son las trampas que no aparecen en los libros de ruta, ni en las altimetrías, y que los buenos directores deportivos (y los capitanes de ruta más avezados) detectarán para tratar de que quienes caigan en ellas sean los líderes ajenos y no los propios. ¿Candidatos a la victoria parcial? Mads Pedersen (Lidl-Trek) y Biniam Girmay (Intermarché-Wanty) serían los más lógicos, de discurrir la jornada por los cauces normales. Y sin embargo, es tan probable que se desboque… Que vale más no apostar y, simplemente, disfrutar.

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