Los abanicos camino de Dijon fueron una suerte de ‘memento mori’ para Tadej Pogacar y su UAE Team Emirates. El ciclismo es así de maravilloso, y así de traidor: poco importa la exhibición de hoy, porque mañana cualquier rival o circunstancia puede dar la vuelta a la tortilla. Basta con el caldo de cultivo correcto: en este caso, un culebreo entre pueblos, unas ráfagas de viento de costado y uno o dos ciclistas que claudican y provocan que el pelotón se corte. Entre vides, UAE escapó vivo: no hubo piernas o determinación para alejar a Joao Almeida o Juan Ayuso del podio al que aspiran ni para aislar a un Tadej que, pese a su maillot amarillo y a su excelencia física y competitiva, hubiera sufrido al sentirse débil. Al fin y al cabo, la conciencia de vulnerabilidad es el principal factor que nos convierte en vulnerables. No hubiera sido lo ideal antes de una contrarreloj individual decisiva.
Este viernes, la parte final de los 25,3 kilómetros entre Nuits-Saint-Georges y Gevrey-Chambertin discurrirán por la D122, conocida como la ‘Route des Grands Crus’ (lo podríamos traducir como “La carretera de los grandes caldos”), por las colinas donde crecen los mejores vinos de Borgoña. No es un recorrido plano, pero los ciclistas podrán rodar en plato grande; tampoco se tendrán que preocupar del viento (escaso y favorable) ni de las temperaturas (moderadas). Saldrán a relucir los especialistas: trotones como Stefan Bissegger (EF Education-EasyPost), estilistas como Geraint Thomas (Ineos Grenadiers), palancas como Bruno Armirail (Decathlon-Ag2r La Mondiale), correas como Stefan Küng (Groupama-FDJ). No obstante, si de especialistas hablamos, nadie como el vigente campeón del mundo Remco Evenepoel (Soudal-Quick Step). Los 45 segundos que le separan del maillot amarillo de Pogacar pueden simplificarse en 2 segundos por kilómetro. ¿Factible? Tal vez. Pase lo que pase, esta CRI definirá lo que resta de Tour. A la tarde, habrá quien se atreva a brindar con caldos de Borgoña.
