Procesamos la realidad a través del filtro de nuestros prejuicios, y hay un hecho físico que lo manifiesta: cuando miramos, el cerebro sólo percibe aquello que le sorprende y obvia todo lo demás. De ahí que la mirada limpia de los niños sea un lujo: ¡menuda fortuna que todo sea nuevo, todo sorprendente, todo perceptible! En San Luca, el sesgo cognitivo provocó que nadie enarcara una ceja con el ataque de Tadej Pogacar: después de todo, él ataca siempre y la subida definitiva le venía como anillo al dedo. Lo que sí ha provocado comentarios es la respuesta de Jonas Vingegaard, tan efectivo en secarle: conocedores de una preparación marcada para mal por la recuperación de su dura caída en la Vuelta al País Vasco, los espectadores esperábamos que sufriera. No lo hizo. Tal vez (sólo tal vez) haya más Tour de lo que pensábamos.
La tercera etapa de este lunes será más Tour que ninguna de este Tour de Francia; básicamente, porque es la más larga con 230,8 kilómetros de recorrido y porque su perfil plano promete un desarrollo letárgico. No deja de ser un prejuicio, claro: también hemos visto numerosos ejemplos de jornadas como ésta que, endurecidas por el ritmo o las condiciones meteorológicas, se convierten en decisivas más allá del desgaste. Esperamos un sprint masivo en Turín, la ciudad italiana que ha figurado en más ediciones del Tour (empatada a cuatro con Sestrières), pero resulta que siempre que una etapa de esta carrera ha acabado en la capital del Piamonte se ha resuelto con una escapada. Si nuestros prejuicios se cumplen, el belga Jasper Philipsen y su Alpecin-Deceuninck deberían apabullar a su compatriota Arnaud de Lie (Lotto-dstny), el irlandés Sam Bennett (Decatchon-Ag2r La Mondiale) ó el británico Mark Cavendish (Astana Qazaqstan). No obstante, jugará y mucho la fatiga acumulada en estas dos primeras jornadas que tanto han diezmado al pelotón. No nos dejemos llevar por las ideas preconcebidas: hay más Tour del que pensamos.