Llegamos a la última semana del Tour de Francia. Las cartas están repartidas. No hay más de 30 ciclistas que piensen que pueden ganar una de las seis etapas que quedan de aquí a la contrarreloj final de Niza. Es una lista de elegidos que conforman, en primer lugar, aquellos que ya han alzado los brazos antes en la Grande Boucle y se han sentido bien en estos dos primeros tercios de la competición; por ejemplo, Michal Kwiatkowski ó Magnus Cort. En segunda fila se encuentran aquellos que han chocado contra el techo de cristal varias veces y están en disposición de romperlo; por ejemplo, Richard Carapaz, Ben Healy, Oier Lazkano ó Jasper Stuyven. Y luego están los obvios, y los superclases que simplemente pueden ganar cualquier día, en cualquier momento, como Wout van Aert o Mathieu Van der Poel.
En lo que a velocistas se refiere, la lista de potenciales ganadores en una llegada masiva está por debajo de la decena. Para todos, esta 16ª etapa posterior al día de descanso es la última ocasión franca de abultar su cuenta o, en casos como Arnaud de Lie o Pascal Ackermann, abrirla. Los hay que ya saben lo que es vencer en Nîmes, como Mark Cavendish (2008) o Alexander Kristoff (2014); los hay que se han mostrado dominantes en esta Grande Boucle, como Biniam Girmay y Jasper Philipsen. En todos los casos, el principal reto para ellos y sus equipos será controlar la carrera partiendo con alineaciones diezmadas, en número y/o en fuerzas. Los equipos de la general pueden tornarse en aliados (o en verdugos) si el Mistral, viento del noroeste que suele azotar el Golfo de León en el cual se desarrolla la etapa, les obliga a estar atentos y le predispone a los abanicos. Será, en cualquier caso, una jornada rápida y tensa como lo está siendo globalmente este Tour de Francia.