Acabada la primera semana del Tour de Francia, el día de descanso de Orléans fue una ocasión propicia para despertarse tranquilo, desayunar opíparo, sestear hedonista, y reflexionar profundo sobre qué nos habían dejado estos nueve primeros días de competición. Todo se podría resumir en un escalafón. Tadej, Remco y Jonas en un primer estrato; Primoz, Carlos, Landa, Ayuso y Almeida en un segundo; y luego, los demás. En términos de victorias parciales, han ganado los que nunca ganaban (Arkéa-B&B Hotels e Intermarché-Wanty estrenaron su casillero; TotalEnergies lo desbloqueó después de siete años) y también el que más lo ha hecho nunca (Mark Cavendish) y quien va camino de superarle (Tadej, siempre Tadej).
Pero no saquemos conclusiones precipitadas. Queda muchísimo Tour y queda muchísima gente por entrar en acción. Esta décima etapa con meta en Saint-Amand-Montrond, plana, cálida y tal vez mecida por el viento, será una ocasión ideal para que se expresen y escalen en el escalafón esos equipos de velocistas para quienes hasta ahora la Grande Boucle ha sido frustrante. El principal: el Alpecin-Deceuninck de Jasper Philipsen. Los secundarios: el Lotto-dstny de Arnaud de Lie o el Israel-Premier Tech de Pascal Ackermann. Será una meta que traiga excelentes recuerdos precisamente a Cavendish, ganador aquí en una jornada de abanicos (2013); será una meta que echará de menos a su héroe local Julian Alaphilippe, nacido en Saint-Amand-Montrond y ausente en este Tour de Francia.