Sorpresas sin fin
Un arranque del Tour en el sur de Francia es toda una rareza que permite aventurarse desde el principio en puertos de montaña exigentes. El programa de la primera semana se distingue por su diversidad y por una buena dosis de montaña que no se limita a los puertos más famosos.
Los corredores entrarán muy rápido en materia y visitarán tres cordilleras en los ocho primeros días: los Alpes, el Macizo Central (al que volverán más adelante) y los Pirineos. El segundo día ya afrontarán dos ascensiones de más de 1500 metros, y el cuarto día sudarán de lo lindo en la llegada en alto de Orcières-Merlette. En la etapa de Laruns, descubrirán el puerto de la Lusette en la región de las Cevenas, enfilarán hacia el Mont Aigoual y acabarán por remontar el Col de la Hourcère. El denominador común de estas novedades: el elevado porcentaje de desnivel.
Ahora bien, no siempre hay que buscar las cumbres más nevadas para fomentar las hazañas de los escaladores. Puede que las llegadas inéditas en el Puy Mary y el Grand Colombier no logren rivalizar en altura con los gigantes de los Alpes y los Pirineos, pero la dureza de esas pendientes en la etapa de los Puys con meta en los montes Jura abrirá la puerta a que se creen distancias importantes. Una oportunidad que se hará más evidente en la línea de llegada del Col de la Loze, que con sus 2304 metros se erige como el tercer pico más alto de Saboya. Este puerto, inaugurado la primavera pasada para uso exclusivo de ciclistas, constituye el primer tramo de la futura Vía de los Tres Valles. No cabe duda de que la indomable carretera que sube desde Méribel será uno de los momentos decisivos del Tour de 2020.
Por último, la subida de La Planche des Belles Filles, que en muy poco tiempo se ha convertido en un clásico del Tour, adoptará un cariz distinto bajo el formato de contrarreloj para defender el Maillot Amarillo final o un puesto en el podio. Tras cruzar cuatro macizos montañosos de Francia, los Vosgos pondrán la guinda a la ronda gala.