Hay belleza en brindar con una botella de vino compartida. Hay belleza en brindarse un abrazo a escondidas, y también en ese cariño que las personas nos brindamos después de una larga ausencia en la vida del otro. Hay belleza en las historias que se suceden, consecutivas, hasta conformar una vida. Hay belleza en el silencio visual que evocan las colinas perladas de bosques y prados del Gran Este galo que surca el Tour de Francia estos días: despoblados, casi vírgenes, y a la vez tan geométricos. Hay belleza en el caos, en el desorden al que nos vemos arrojados desde el momento en que nacemos.
El ‘sterrato’ hace su entrada en la Grande Boucle con una jornada circular: 199 kilómetros con salida y llegada en Troyes, la capital de la región del Aube (‘el alba’ en español) que amanecerá para ciclistas y espectadores con sus caminos blancos de gravilla. Pasaremos por el parque natural del Bosque de Oriente antes de buscar esos 14 sectores que han convocado a lo largo del año a todos los interesados por el podio final de Niza. La inmensa mayoría creen que no servirán para ganar el Tour; todos temen que pueden hacerles perderlo. Gigantes como Mathieu Van der Poel (Alpecin-Deceuninck) o Wout van Aert (Visma-Lease a Bike) querrán abusar de su motor en busca de una victoria que glorifique su gran ronda francesa; titanes como Tadej Pogacar (UAE Team Emirates) o Remco Evenepoel (Soudal-Quick Step) querrán brillar para nutrir sus ambiciones y satisfacer su ambición. Brindemos por el espectáculo y el caos que, esperamos, nos brindarán.