La película Amélie nos dejó un sinfín de aspiraciones a los románticos absurdos, una banda sonora tan tierna como su paleta de colores y una frase inolvidable. Empezaba así: “La suerte es como el Tour de Francia: la esperamos todo el año y luego pasa deprisa”. Efectivamente, nos ha costado doce meses de espera llegar hasta aquí: a la cima de la carrera ciclista más bonita del año. Será un fin de semana inolvidable en los Alpes Marítimos: acabando por la crono de Niza el domingo, pasando por la meta en La Couillolle del sábado y empezando por esta jornada espectacular del viernes, con 144,6 kilómetros de sube y baja por descanso durante los cuales afrontaremos el Col de Vars (HC, km 42,6), la Cime de la Bonette (HC, km 87,5) e Isola 2000 (1ª, km 144,6). El plato fuerte de este atracón de montaña es el segundo: la ascensión hasta la carretera más alta de Francia, con sus 2.800 metros de altitud sobre el nivel del mar. Su cima parece otro planeta, y sin embargo es éste mismo desde el cual nos leemos.
La frase de Amélie acababa: “Las oportunidades hay que atraparlas al vuelo, sin dudar”. Efectivamente: ya se ha acabado el margen para la duda. Si UAE Team Emirates quiere encaramar a Joao Almeida al podio, necesitarán tirar del pelotón a toda mecha con la esperanza de desfondar a Vingegaard o Evenepoel. Si Visma-Lease a Bike quiere jugar su última carta, deberá ser muy combativo. Si Carlos Rodríguez quiere hacer un intento de podio, éste es el momento. Si Richard Carapaz u Oier Lazkano quieren ganar la montaña, les tocará buscar la escapada desde lejos y subir con toda su alma La Bonette, cuya cima puntúa doble. Si Enric Mas quiere conseguir el mejor resultado de su vida en el Tour después de su tercer lugar en SuperDévoluy, sólo podrá ponerse el mundo por montera. Y como él todos aquellos un poco alejados en la general y con ganas de hollar la cima del ciclismo: Ciccone, Gall, Buitrago, Bardet, Gaudu. Es su momento, el ahora o nunca. Desde ya hasta el domingo por la tarde, cuando todo habrá pasado demasiado deprisa.