“La montaña de verdad acaba de empezar”, asevera Tadej Pogacar para tratar de desmentir que haya ganado ya el Tour de Francia. Tiene razón en ser modesto y quitar hierro a su exhibición (y la de su equipo) en la jornada de Saint-Lary-Soulan. En primer lugar, porque efectivamente quedan siete etapas que pueden ser muy largas. En segundo, porque los esfuerzos se pagan. En tercero, porque este mismo domingo afronta la jornada con mayor desnivel de esta edición: 4.800 metros entre Loudenvielle y Plateau de Beille (HC, km 197,7); de por medio, los ‘cols’ de Peyresourde (1ª, km 7), Menté (1ª, km 50), Portet-d’Aspet (1ª, km 65,4) y Agnes (1ª, km 138,6). Una acumulación de dureza salvaje con una salida cuesta arriba que insinúa una fuga potente y unos tramos de valle entre puerto y puerto que garantizan que cualquier debilidad se pagará cara.
Hay muchos elementos comunes entre esta etapa y la precedente. La alta montaña, los Pirineos, la anticipación… y la fiesta. Porque la jornada inaugural de los Pirineos fue una fiesta, con un público entusiasta (y algún aficionado cafre) que espoleó a los corredores y llenó las pantallas de emoción; y la de este domingo será parecida, con el añadido de celebrarse un 14 de julio, día de fiesta nacional francesa. Las esperanzas galas estarán depositadas en los escaladores de Groupama-FDJ, David Gaudu y Lenny Martinez, y en un Romain Bardet (Team dsm-firmenich) que ya ha conocido la gloria en este Tour de Francia. Cualquiera de los tres podrían estar en esa fuga potente del Peyresourde; y mucho ojo a esos hombres situados entre los puestos 8 y 20 de la general que traten de filtrarse en ella en busca de escalar unos puestos y brindarse la ocasión de disputar el triunfo. Si éste se dilucidara entre los contendientes del mailot amarillo, el actual escalafón es claro y meridiano.
