Probablemente sea la palabra que mejor encierre la leyenda del Tour de Francia. Evoca el esfuerzo denodado del ciclista. Evoca la dureza propia de una ascensión de una hora sin descanso. Evoca el blanco y negro propio de un espectáculo cuyas raíces están hundidas en un siglo (una época, una era, una vida) anterior. Evoca las grandes gestas y las grandes derrotas. Evoca todas las razones por las que nos gusta este deporte extraordinario cuyo terreno de juego es el mundo, capaz de convertir una senda para ganado en un lugar de peregrinación. La palabra es Tourmalet, y la vamos a decir muchas veces este sábado.
El Tour de Francia entra en los Pirineos y lo hará por la puerta grande, ascendiendo el que probablemente sea su puerto más mítico (Col du Tourmalet; HC, km 89,6) para encadenarlo con la particular Hourquette d’Ancizan (2ª, km 123,4) y una tremenda ascensión final a Saint-Lary-Soulan Pla d’Adet (HC, km 151,9). El terreno la define como una etapa dura; el ritmo la puede convertir en terrible, especialmente si la escapada tarda demasiado en fraguar. Remco Evenepoel (Soudal-Quick Step) tiene una cuenta pendiente con estas montañas después de hundirse en ellas durante la pasada edición de La Vuelta. En cuanto a Tadej Pogacar (UAE Team Emirates) y Jonas Vingegaard (Visma-Lease a Bike), se han medido dos veces en las pendientes del Tourmalet y en ambas ocasiones salió victorioso a la postre el esloveno. También en las rampas de Saint-Lary-Soulan se impuso Pogacar a Vingegaard en 2021; pero claro, ni aquel puerto era Pla d’Adet (acabamos en el Col de Portet, la versión larga de la ascensión) ni ese Jonas era este Jonas…
