“Puede parecer un cliché, pero es que los tíos de la general no tenemos días tranquilos”. Lo dijo Remco Evenepoel y, efectivamente, suena a cliché hasta que un día cualquiera, a 12 kilómetros de meta, Alexey Lutsenko mira a su espalda, se desvía ligeramente de su trayectoria, patina con su rueda contra un bordillo y se va al suelo justo delante de Primoz Roglic, quien sufre una aparatosa caída y se fractura las opciones de subir al podio de Niza para consternada contusión propia y ajena. A veces la magia del ciclismo, el deporte en el que nunca se sabe cuándo puede acaecer lo extraordinario, se torna negra.
A la incómoda jornada de Villeneuve-sur-Lot le seguirá otra no menos compleja de 165,3 kilómetros entre Agen y Pau. En la travesía hacia la histórica antesala de los Pirineos, tercera ciudad más visitada en la historia del Tour tras Burdeos y París, los ciclistas se enfrentarán a los repechos y también a la incertidumbre de la inestabilidad meteorológica de estos días, que comporta tanto riesgo de precipitaciones repentinas como de viento y abanicos. Los favoritos lógicos son el mejor velocista de esta edición, Biniam Girmay (Intermarché-Wanty), y el rey de los sprints de la pasada, Jasper Philipsen (Alpecin-Deceuninck), quien en la víspera perdió dos compañeros de una tacada por fuera de control. Ante la inferioridad numérica sobrevenida de Alpecin y la falta de resultado para el esfuerzo de Movistar por Fernando Gaviria, la gran duda es quién controlará este día en la antesala.