1910 : Alphonse Steinès, le grand bluff (1/10)
En los años de cambio de década, el Tour de Francia ha conocido cambios organizativos entre bambalinas, con un alcance que en ocasiones ha resultado decisivo y, en otras, anecdótico. El viaje en el tiempo que propone letour.fr empieza en 1910 con el periodista-organizador Alphonse Steinès y su reconocimiento del terreno antes de enviar a los corredores, por primera vez, a la alta montaña, en los Pirineos. ¡Fue el primero en coronar el Tourmalet!
Hace 110 años, los organizadores del Tour de Francia buscaban ya innovaciones para aportar más emoción a la carrera, a través de cambios en el reglamento o recorridos exigentes. En las oficinas del periódico L’Auto, el más audaz y creativo de estos inventores se llamaba Alphonse Steinès, hombre polifacético al servicio del jefe, Henri Desgrange. Fue quien tuvo la idea de llevar a los ciclistas a medirse con los puertos más altos de los Pirineos. Hasta entonces, el Tour no había subido por encima de los 1326 m del puerto de Porte, además de algunas excursiones al puerto de Bayard (1264 m), al Balón de Alsacia (1178 m) o al puerto de la República (1161 m). En 1910 se trata casi de doblar la apuesta en las etapas programadas entre Perpiñán y Luchon, sobre todo entre Luchon y Bayona. Con las mismas reticencias expresadas al acoger algunos años antes la propuesta de Géo Lefèvre de crear el Tour de Francia, Desgrange le dice a Steinès que menudo delirio y le invita a ir a constatarlo él mismo. Subir al Tourmalet es una auténtica locura, sobre todo por el mal estado de la carretera.
Steinès, al que no le faltan las ganas de viajar y más bien terco, se toma al pie de la letra las palabras de Desgrange y parte rumbo a los Pirineos al volante de su fiel Dietrich. Se trata de los últimos días de junio, tras un invierno extremadamente largo y crudo en la región: había nevado hasta dos semanas antes en altitud. Tourmalet significa “desvío equivocado”, algo que constata nuestro enviado muy especial al tomar el camino por el que dicen que merodea algún oso y, en ocasiones, algún pastor aventurero. El reconocimiento se convierte rápidamente en expedición, incluso en pesadilla después de dejar Sainte-Marie-de-Campan. Steinès se ve obligado a abandonar el coche y tarda varias horas en llegar a Barèges, al otro lado del macizo. Aprovecha un alto en el camino para enviar un mensaje tranquilizador a Desgrange: “He atravesado el Tourmalet… stop… Perfectamente practicable… stop.”
“Cabe destacar que el paso de los puertos, cuando estén en condiciones, no será ningún juego de niños. Será la hazaña más grande lograda jamás por un ciclista.”
Se trata de un farol. En realidad, la intuición de su jefe tenía buen fundamento. Steinès lo confiesa por escrito en la redacción de su ascensión que califica de odisea en una columna de L’Auto el 1 de julio: “Aunque viva 100 años, siempre recordaré las peripecias de esta lucha contra la montaña, la nieve, el hielo, las nubes, los barrancos, contra el hambre, la sed, en una palabra, contra todo. En su estado actual, sería una locura intentar atravesar este puerto. Casi pago con la vida mi temeridad. Sí, con eso nada más”. El periodista no escatima detalles en la descripción de su periplo. Tras finalizar a pie los dos últimos kilómetros de la ascensión en compañía de un pastor, Steinès desciende solo en la más absoluta oscuridad, andando sobre una capa de nieve tan espesa, que casi pierde el camino, antes de caer en un río helado, lo que al menos le sirvió para orientarse de nuevo y seguir hacia el valle.
Tras esta presentación del escenario que casi otorga a nuestro héroe de origen luxemburgués galones como lejano predecesor de escaladores como Charly Gaul o los hermanos Schleck, el periódico justifica el veredicto emitido sobre la posibilidad de enviar a los ciclistas a un terreno tan inhóspito: “El puerto del Tourmalet y el Aubisque no son amables ni hacen palidecer de envidia al cemento del Parc des Princes, pero por lo que he visto, si se realizan obras es practicable. El Tour de Francia no es un paseíto, ¡qué demonios! Cabe destacar que el paso de los puertos, cuando estén en condiciones, no será ningún juego de niños. Será la hazaña más grande lograda jamás por un ciclista”. La esencia de lo anterior se verá confirmada, con sus propias palabras, tres semanas más tarde por Octave Lapize, a la cabeza de la etapa en la que se supera el Tourmalet, mucho antes de poner un pie en tierra. Al cruzar en la cima a Victor Breyer, uno de los colegas de Steinès en L’Auto, el futuro ganador de la etapa expresa claramente sus sentimientos sobre este hallazgo: “Sois criminales. No se puede pedir a seres humanos realizar un esfuerzo así”. Con este estreno en 1910, los corredores del Tour de Francia han escalado el Gigante de los Pirineos en 84 ocasiones. Thibaut Pinot deslumbraba aquí el pasado verano con una sonrisa de oreja a oreja, difícil de superar.