La pizca de audacia y ese toque de locura que resultan indispensables para protagonizar hazañas y despertar emociones no son algo que se pueda comprar. Ahora bien, como en cualquier otro ámbito, el telón de fondo influye sobremanera en la calidad del espectáculo. El del Tour de 2020 lanza indicios y abre puertas: como un cineasta que reconoce lo que debe a sus actores, sabemos que el éxito de un Tour depende sobre todo de la brillantez de los corredores. Y no faltarán ocasiones para que den buena muestra de su talento. Desde el pistoletazo de salida en Niza hasta la última recta en los Campos Elíseos, la variedad de terrenos se prestará más que nunca a una pugna sin cuartel. Veinte días separarán el paso por el puerto de la Colmiane, primera ascensión del itinerario, de la subida inédita a La Planche des Belles Filles en contrarreloj un día antes de llegar a París.
El Tour de 2020 no será más que lo que los corredores quieran que sea. Ahora bien, el calendario y las características de los escollos que trufan el recorrido auguran preciosas batallas cotidianas. Las llegadas inéditas al Puy Mary y al Grand Colombier colmarán las aspiraciones de los escaladores. Otra innovación, el sorprendente camino tortuoso hasta el puerto de la Loze con vistas a la estación de Méribel, se convertirá sin ninguna duda en otro momento destacado.
En 2020, las novedades más pronunciadas compartirán escenario con las ascensiones más clásicas de la ronda gala. Un ejemplo de magnífica subida nunca antes visitada por el Tour será el Col de la Madeleine. En cualquier caso, el Maillot Amarillo podría disputarse también en las carreteras del Gard y en el Mont Aigoual, contra el viento del Charente Marítimo, en Corrèze o en el propio macizo de Vercors. El recuerdo de las hostilidades del Tour de 2019 abrirá el apetito a esos mismos aficionados al ciclismo que ahora esperarán el mismo compromiso y las mismas ganas el próximo mes de julio.
Christian PRUDHOMME