Es una victoria muy emocionante para mí porque es muy duro y muy cruel ser ciclista profesional. Sufres mucho para prepararte de cara a una carrera como ésta; sacrificas tu vida, tu tiempo con tu familia… Y, cuando llegas aquí, todo el mundo está tan fuerte que es difícil incluso estar a rueda. El otro día, en el Col de la Loze, me sentía vacío. Y pensaba en los técnicos de mi equipo, que cada día se levantan a las 6 de la mañana y se acuestan a medianoche sin parar de trabajar en todo el día para que todo esté listo para nosotros… y te entran dudas de hasta qué punto éste es tu lugar. No obstante, es en esos momentos en los que tienes que pensar que, en realidad, todo el mundo sufre en el pelotón.
No suelo ganar a menudo porque no soy el ciclista más fuerte del pelotón. No obstante, sé que soy muy capaz de mantener la mente fría y de concentrarme a tope en los momentos cruciales. Hoy sabía que la rueda a seguir era Kasper [Asgreen]. Cuando él atacó, me puse tras él y aguanté su ritmo hasta la cima del repecho. A partir de entonces colaboré con él y con Ben [O’Connor] para que pudiéramos llegar los tres a meta. Cuando Ben lanzó su sprint, yo me mantuve a rueda de Kasper porque sabía que iba a reaccionar y que a mí me tocaba superarle en línea de meta. Por Gino [Mäder], y por todo. Es una victoria muy emotiva para mi equipo y para mí por todo lo que hemos sufrido en estos últimos meses.
Ganar una etapa en el Tour de Francia te puede cambiar la vida; lo sé porque yo ya he ganado dos antes. Todas las personas que están aquí se lo merecen, pero no todo el mundo lo consigue… y eso es cruel, e injusto.